sábado, 3 de marzo de 2012

HUIDA

Las "cosas ésas" se amontonaban en la entrada y cargaban violentamente contra la puerta. Cada vez que uno de aquellos cabrones terminaba de comer se levantaba, se dirigía a la puerta y se unía a la marea "no humana", al igual que los cadáveres de los vecinos que resucitaban. La puerta soportaba una presión mayor a cada minuto. El pestillo se doblaba peligrosamente y las bisagras crujían. La cerradura convencional aguantaría perfectamente aquella presión, pero era electromagnética y se había desactivado con el apagón.

yo estaba en el garaje, cargando el equipaje en el DeLorean. Carina, que había subido a por su chaqueta (tenía dentro toda su documentación), entró en aquel momento.

-¡¿Qué haces?!- dijo al verme cargarlo todo en mi coche- ¿¡no pensarás que vamos a ir en éso?!
-¿y en dónde quieres que vallamos? te recuerdo que tu coche es eléctrico y no tiene batería.
-¡Pero si lo puse anoche a cargar!
-Sí, pero al estar enchufado cuando el apagón, se ha descargado.

Un sonoro estruendo indicó que el pestillo acababa de saltar disparado. La puerta se abrió de golpe y un montón de "esas cosas" cayeron al suelo del recibidor, mientras el resto entraba en manada. Tras dar un grito (que indicó nuestra posición a esos desgraciados) cerré la puerta y la atranqué con una silla. Cerré el maletero, cogí una bolsa con magdalenas y la dejé entre los pies de Carina mientras yo subía en el coche.

-Toma- dije -Ponte el cinturón.

Aterrado, giré la llave del contacto (que la tenía puesta) y recé para que arrancase pronto, pues hacía casi un mes que no lo ponía en marcha. Al segundo intento, el motor rugió y arrancó entre toses. Una negra nube de humo empezaba a cubrir todo el garaje.

-¿Qué pretendes?- dijo Carina, con una expresión de terror en su rostro.
-No hay electricidad.
Cuando el motor dejó de sonar a sufrimiento, metí la marcha atrás y aceleré bruscamente, destrozando la puerta levadiza del garaje. Cientos de trozos de plástico y fibra de vidrio cayeron sobre el capó al atravesar la puerta. Tras pasar sobre algo que sonó como si se estrujase una botella de agua,
metí la primera y enfilé el vehículo en la calzada, rumbo al "punto seguro" más cercano, mientras veía alejarse mi casa por el retrovisor, entre una escombrera de huesos.

Al poco tiempo encontramos la causa del apagón: un cable de alta tensión estaba derribado sobre un autobús en llamas. Cerca del accidente se apreciaban marcas de la oruga de un tanque, completamente en línea recta desde el sembrado que había a un lado del asfalto hasta las viñas que había al otro. Atravesando diagonalmente la carretera. No se apreciaban marcas de frenado de ningún tipo. Parecía como si el bus hubiera sido embestido por el tanque, y hubiese salido despedido contra el poste eléctrico. No había ningún cuerpo cerca. Debía de ir casi vacío.

Al pasar junto a la columna de fuego nos pareció distinguir una mochila de Bob Esponja cubierta de sangre. No pude contener una lágrima que cayó directamente desde mi ojo y se estrelló en mi pierna derecha.

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