sábado, 4 de febrero de 2012

PÁNICO

Algo estaba llamando a la puerta. Algo no humano. Mi instinto me decía que aquello que llamaba era peligroso. Los golpes rápidamente se contagiaron a las ventanas. Por suerte, las persianas estaban echadas.

Me alejé de la puerta subiendo las escaleras. Aún sabiendo que era imposible que aquellas cosas la derribaran, pues era una puerta blindada (de las pocas en aquella urbanización que tenían cerrojo), pero la distancia me hacía sentir más seguro.
-¿puedo preguntar por qué razón vamos a ir a los puntos seguros? -preguntó Carina- ni siquiera sabemos de qué escapamos.
-¿No has oído que se va a instaurar la ley marcial? creo que lo mejor es estar con los soldados. Además, con tal de alejarnos de la mierda que está pasando aquí...- No terminé la frase. Desde la ventana del dormitorio me pareció ver un tanque atravesando un descampado en dirección a la ciudad, tras el que avanzaba un grupo de personas tambaleándose. Carina y yo nos miramos sin creernos lo que acabábamos de ver. Me hubiera gustado saber de dónde había salido aquel mastodonte de acero, porque estaba convencido de que no había una base militar cerca, mucho menos en aquella dirección.

Cuando el estruendo del tanque dejó de oírse, nos dimos cuenta de que los golpes de la puerta habían cesado. Bajé corriendo y miré por la mirilla. Un tambaleante cartero arrastraba su bolsa y sus pies por la carretera, en la dirección en la que se había ido el tanque.

Comprobé que algunos vecinos se habían asomado para ver qué pasaba, por lo que me sumé a la curiosidad vecinal y salí a la calle. No hacía demasiado frío para ser una mañana de diciembre.

-¿Qué carajo está pasando?- decía alguien- ¿porqué acaba de pasar un tanque por mi jardín? ¿y porqué se ha ido la luz?
-¿alguien sabe qué eran esos estallidos de hace un rato? parecían disparos- se oía por el otro lado. 
-¡Dios mío, han matado a Cristina!- decía otro vecino, que se había colado en casa de Aitor, seguramente, al encontrarla abierta.

Fue ese mismo individuo, el que se había colado en casa de Aitor, el que me vio el Luger en la mano y el cadáver de aitor en mi recibidor.
-¡La madre que me parió!-dijo, mirándome - ¡¿HAS SIDO TÚ?!
-¿qué?-dije y miré el Luger de mi mano y el cadáver en mi puerta- ¡NO!. ¡ha...ha sido él, y luego se suicidó!
-¡es cierto!- se entrometió Javier, el vecino que vivía al lado de Aitor, en su rostro podía verse la misma expresión de pánico que tenía Carina- Recuerdo oír el disparo tras una discusión y luego ver cómo se suicidaba bajo el marco de su puerta.

No recuerdo muy bien cómo sucedió, pero de repente se escuchó un desgarrador chillido y, al volvernos, descubrimos horrorizados que parte de la muchedumbre que había salido tras el tanque estaba tratando de comerse una vecina, una mujer que yo no conocía demasiado. Cuando me quise dar cuenta el pánico había cundido y yo me encontraba corriendo hacia mi portal.
Cerré de un portazo. Instintivamente corrí escaleras arriba, buscando a mi novia. Comprobé horrorizado que no estaba en la casa. 

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