domingo, 1 de enero de 2012

Capítulo 1: DESGUACE

Todo comenzó en diciembre de 2020. Yo volvía a casa del trabajo cuando paré en un desguace que había cerca, quería comprobar si ya habían llegado unas piezas que había encargado la semana anterior. Bajé del coche, un Renault familiar de 2007, de color rojo y la puerta del copiloto arrugada, entré a la oficina y toqué el timbre.
-¿Hola? - pregunté - ¿Pablo?
-¿Qué? - contestó mientras entraba por la puerta del almacén
-Hola Pablo - le dije mientras me quitaba las gafas de sol – ¿Han llegado ya las piezas que te pedí?
-Sí, - contestó - ahora mismo me las acaban de dejar. Eran el cuentakilómetros y un faro para un DeLorean DMC-12, de 1981, ¿No?
-Correcto. - contesté.
-Ya debes de tenerlo acabado, ¿no? llevas tres años pidiéndome piezas.
-Creo que éste es el último encargo.
-Y pensar que nunca creí que llegases a acabarlo...
-Mándame la factura por correo, que ahora no tengo para pagarte - le dije mientras cogía una tarjeta en la mesa de la oficina - ¿Tienes un boli?
-Sí, toma - me ofreció un bolígrafo BIC medio roto.
-Gracias. - le dije mientras escribía en el lado en blanco de la tarjeta mi dirección de correo electrónico - Toma, puedes mandármela a esta dirección, si quieres.
-Vale, pero recuerda que solo lo hago porque eres tú, que si no... - decía mientras entraba al almacén.
Yo me quedé en la oficina a esperarle.
Conocía a Pablo de toda la vida, fuimos al mismo colegio, y al acabar el instituto él estudió mecánica en una FP, yo hice el bachillerato (con bastante dificultad, todo hay que decirlo) y al acabarlo fui a estudiar realización en un grado superior de imagen y sonido, aun así, manteníamos el contacto hasta entonces.
-Aquí está. - dijo mientras salía del almacén con una caja de cartón, de unos 40X60cm - ¿sabes instalarlas tú, o te las instalo yo? - Dijo con una enorme sonrisa burlona.
-No hace falta, - contesté, con risa burlona también - creo que Podré hacerlo yo, ¡Adiós y gracias!
-¡Cuídate! - me dijo
Quién iba a imaginar que aquella iba a ser la última palabra que que oiría de su boca...
-¡Descuida! - sonreí.
Salí de la oficina de aquel desguace y me dirigí al parcking,. Introduje la llave en la cerradura del maletero y la giré, dejé con cuidado la caja en una esquina y cerré la puerta. Volví a introducir la llave en la cerradura y abrí el coche, (Hubiera usado el mando, pero no tenía pilas) entré dentro y me puse el cinturón, fui a arrancar el coche cuando recordé que me había dejado las gafas de sol en aquella oficina.
Salí del coche y en ese momento escuché un grito, era un grito de dolor, fui corriendo a la oficina y me la encontré vacía.
-¡¡AAAAAGH!! - un segundo grito, venía del almacén.
Miré a mi alrededor y vi una tubería de cobre, de esas para el gas, la cogí y entré en el almacén.
-¿Pablo? - grité - ¿¡¡PABLO!!? - Nadie me contestaba.
Miré al suelo y vi un charco de sangre y unas pisadas, seguí el rastro de las huellas y encontré a Pablo, inerte, en el suelo sobre un río de sangre. Había sido atacado y yo no pude hacer nada, tenía un enorme mordisco en el cuello, cerca del hombro derecho y otro en el brazo del mismo lado, metí la mano al bolsillo buscando mi móvil, cuando de repente alguien se abalanzó sobre mi y caímos al suelo, la tubería rodó varios metros. El atacante era (o al menos parecía) una mujer, de entre 30 y 40 años, toda empapada en sangre y su pelo enredado tapaba gran parte de su cara. Yo luchaba tratando de zafarme y ponerme en pie, y ella trataba de morderme. Al final, sólo dios sabe como, conseguí zafarme y le arreé una patada en el estómago, pero no pareció notarla, de modo que corrí hacia la tubería y la cogí, ella se puso en pie y avanzó lentamente hacia mi, yo le golpeé con la tubería. Por el impacto retrocedió, chocó contra una estantería llena de motores, haciéndola temblar peligrosamente, y uno de ellos le cayó encima.

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